Llego a Tarifa haciendo frente a un viento de Levante que parece querer que me quede en Cádiz, mi anterior destino. Nada más atravesar el collado entre la Silla del Papa y la Sierra de san Bartolomé la fuerza del viento arrecia, al tiempo que contribuye grano a grano a ser aún mayor la gran duna con la arena de la playa de Valdevaqueros. Unos minutos después y siguiendo la carretera que roza al océano Atlántico antes de besarse con el mar Mediterráneo por fin alcanzo la población más meridional de la península Ibérica, Tarifa.
A la ciudad del viento llego a alentado por sus históricas construcciones. Previamente he dejado atrás las ruinas romanas de Baelo Claudia. En esta ocasión lo que me interesa es el Castillo de Guzmán el Bueno, la fortaleza de Tarifa.
Un nombre de leyenda
En Tarifa los nombres no son por casualidad. El nombre de la población le viene dado por el comandante Tarif Abu Zara. Un militar que en el año 710 realizó la primera incursión musulmana en tierras ibéricas. Hasta entonces, estas tierras habían tenido decenas de conquistadores, pero nunca habían sido pisadas por el vecino del sur, que apenas dista 14 kilómetros separados por el Estrecho de Gibraltar. Ese mismo hombre fue quien un año después, en el 711 conquistó el Peñón y constituyó un asentamiento en Tarifa, precisamente donde hoy está su castillo.
Pero como digo, los nombres no son casualidad. Si el nombre de la villa viene por un conquistador, el nombre de su castillo también tiene su justificación. La construcción la mandó levantar Abderrahmán III, califa de Córdoba, en el siglo X. Tarifa es y ha sido un enclave estratégico privilegiado en el control del Estrecho y eso lo sabían los reyes que han gobernado la zona.
Siglos más tardes, en 1292, el rey Sancho IV encabezó la incursión para hacerse con las tierras gaditanas. Y lo consiguió, aunque fue otro rey el que tuvo que realizar una segunda embestida para consensuar el éxito del primero. Sea como fuere, en 1295 el infante don Juan, hermano del rey, se levantó en armas contra su hermano y pretendió hacerse con el Castillo de Tarifa. Alonso de Guzmán era el señor encargado de su defensa. El infante pretendió obligar a Guzmán a deponer su actitud secuestrando a su hijo bajo amenaza de darle muerte. Cuenta la leyenda que Alonso tomó su daga y la arrojó desde una de las torres, desafiando a don Juan quien dio muerte a su hijo.
De fortaleza a castillo
Las almenas terminadas con forma de diamante que hoy muestra el perímetro del Castillo de Tarifa no estaban en el proyecto original. Esa fue una de las aportaciones que se fueron haciendo a la fortaleza al tiempo que crecían las necesidades defensivas de la región.
De lo que fue quedan trece torreones y gran parte de sus murallas, además de dos patios de armas.
Este castillo ha estado activo hasta hace pocas décadas. A comienzos del siglo XIX fue un bastión para soldados españoles y británicos que resistieron los envites del francés tras sus infranqueables muros. Y ya en la historia más reciente fue un acuartelamiento de tropas nacionales.
Hoy su potestad está dividida entre el consistorio tarifeño y el Ministerio de Defensa, dada la singularidad de la construcción, desde la que se tienen unas impresionantes vistas del Estrecho de Gibraltar, con el faro de la Isla de Tarifa como perenne custodio de estas aguas.