Siempre me gusta documentarme antes de viajar a mi próximo destino, y en el viaje a Tánger no podía ser menos. El problema es que demoré la preparación del viaje y tuve que ojear la guía turística durante el trayecto en barco entre Tarifa, donde visité el Castillo de Guzmán el Bueno, y Tánger. Por suerte el Estrecho solo tenía un poco de mar de fondo y el barco tardó poco más de media hora en cruzar los 14 kilómetros que separan a dos mundos tan diferentes.

Un origen de leyenda

Justo cuando la tripulación anunció que estábamos en la Bahía de Tánger decidí que era hora de dejar el libro y ver personalmente la ciudad que acogería mis próximos pasos. Allí estaba, Tánger, con el gran minarete de la mezquita dominando desde lo alto toda la ciudad, hasta llegar al puerto, donde me encontraba.

Pintura de Tánger en el siglo XIX

Por suerte había contratado previamente un paquete turístico llamado “Escapada a Tánger” que incluye el barco y el traslado al hotel. Fue en ese traslado donde hice amistad con el conductor, que al mismo tiempo me hacía de guía y me explicó cómo ir a los lugares más importantes de la ciudad y de los alrededores. También me contó una leyenda bereber sobre el origen de Tánger en la que mezclaba la presencia de dioses y gigantes. Enseguida entreví que era una leyenda similar a una narrada por el escritor Plutarco y que forma parte de las epopeyas de Hércules. Pero eso lo dejaremos para más adelante. Ahora la apremiante era visitar la medina de Tánger, considerada la más grande de todo Marruecos.

De sur a norte

Lo ideal para visitar Tánger y recorrer sus más preciados rincones es desplazarse al sur, a la zona más elevada de la ciudad. Allí se encuentra la entrada a los dos zocos, además de una de las mezquitas, la que se encuentra próxima a los Jardines de la Mendoubia. La mezquita es en sí uno de los atractivos turísticos de la ciudad marroquí. Su construcción no cuenta ni un siglo (1917), sin embargo, la torre no tiene nada que envidiar a construcciones más antiguas. Las cuatro fachadas de la torre están alicatadas desde el suelo al minarete. Toda un espectacular obra que protagoniza las primeras fotos del viaje.

Marruecos

En una pintura de Louis Comfort donde representa los mercados de Tánger encuentro cierta similitud con lo que después aprecié en los zocos. Digo “los zocos” porque la ciudad tiene dos, el Gran Zoco, donde cada venden frutas, verduras y productos de consumo diario muchos de los bereberes que viven en la cordillera del Atlas, y el Pequeño Zoco, enclaustrado dentro del recinto amurallado de la ciudad y más dirigido al turista que viene a descubrir la forma de ser de los habitantes de Marruecos.

La Plaza 9 de abril me sirve de punto de referencia, a mí y a los vecinos. Una vez aquí sigo rumbo norte, en busca de la entrada al Pequeño Zoco. A partir de aquí es fácil perder la orientación. Una sucesión de pequeñas calles se entrecruzan mostrando rincones llenos de color, olor y sabor. Este pequeño mercado me permite recorrer en tan solo unos metros la mayor diversidad de productos que puedes imaginar, desde especias hasta alfombras. Todo cuando necesites lo puedes encontrar en el zoco, y si no lo encuentras tan solo tienes que pedirlo y enseguida alguien se ofrece a venderlo. En Tánger todos parecen comerciantes.

La Gran Mezquita y el puerto

Ser una ciudad que ha pasado por tantas culturas le ha brindado a Tánger un legado único. La herencia del Protectorado Internacional todavía se puede apreciar en algunos de los edificios, incluso en los nombres de calles.

Descendiendo por el zoco, una pequeña plaza me da la oportunidad de entrar en una tetería tradicional para probar el que es el aroma estrella de la ciudad. Un poco más abajo se encuentra la entrada a la Gran Mezquita y solo unas calles a la izquierda el famoso Hotel Continental.Té y pastas en Tánger

A estas alturas de nuevo huele a mar. El puerto dista tan solo unos metros y ofrece unas vistas totalmente ajenas a las que tenía del Estrecho de Gibraltar. La península vista de África. El final de este viaje a Tánger no podía haberme dejado mejor sabor de boca. Y todavía me quedan por ver las Cuevas de Hércules y el cabo de Espartel.