Se antoja como una ocasión privilegiada visitar Alcalá de Henares en el año en que se conmemora el 400 aniversario de la muerte de Cervantes. Hijo ilustre de la ciudad y justificación que me lleva a recorrerla y descubrir que Alcalá es cervantina y mucho más. En el viaje he tenido la oportunidad de adentrarme en los recovecos de la cultura, hasta el lugar donde se otorgan los Premios Cervantes, conocer a otros dos hijos predilectos de la villa madrileña y empaparme de una ciudad que lejos de ser bulliciosa, se presta a pasear por amplias calles y plazas dedicadas en exclusiva a los peatones.
Antes de iniciar la ruta por Alcalá de Henares me llama la atención que la ciudad no siempre estuvo donde hoy se levanta ni siempre se llamó así. Aunque el nombre de Alcalá de Henares responde a la voz árabe de “castillo sobre el río Henares”, fueron los romanos quienes primero la bautizaron. Para el imperio, Alcalá se llamó Complutum, palabra de que la derivan otras como el nombre de la popular institución Universidad Complutense. Y es que Alcalá de Henares tuvo más importancia que la villa de Madrid, siendo un alto en el camino hacia Roma.
El legado romano se plasma en las ruinas de Complutum, localizadas a varios cientos de metros, a orillas del río Henares. Allí se pueden apreciar mosaicos como este que reproduce a varios hombres navegando en un río plagado de peces.
Ruta a pie por Alcalá de Henares
Dejada atrás la villa de Complutum, toca recorrer a pie a la literaria y sabia ciudad de Alcalá de Henares.
Ponemos el inicio de la ruta en la Plaza de Cervantes, a la que volveremos a lo largo de nuestro recorrido. La imagen que muestra hoy la plaza dista de la que tenía hace unas décadas, cuando grandes árboles daban sombra. Hoy esa función la cumplen los plataneros que fusionan sus ramas creando un único árbol en torno a toda la plaza. En el centro el más famoso de los hijos de Alcalá, don Miguel de Cervantes, cuyo segundo apellido, Saavedra, se lo autoimpuso él mismo para facilitar su itinerario laboral, habida cuenta de que era de ascendencia judía, algo impropio para los altos funcionarios de la época.
El manco de Lepanto no era tan manco como cabría esperar. No perdió la mano en la batalla, aunque sí cierta movilidad. Aún así, pudo escribir una obra reconocida como la más importante en lengua castellana.
Dicho esto, corresponde iniciar la visita por Alcalá de Henares de forma efectiva, y lo hacemos por el Corral de Comedias. El edificio pasaría desapercibido si no fuera por los carteles convenientemente situados para su localización. Dentro, el antiguo corral de comedias tiene la cualidad de conservar un poco de cada una de las remodelaciones de las que ha sido objeto. Aunque la restauración ha sido casi completa, aún sostiene su techo las vigas originales y se pueden apreciar algunos de los retazos que formaron aquel primer teatro alcalaíno. A día de hoy el Corral de Comedias de Alcalá de Henares sigue llenando su patio de butacas y palcos a ritmo de las obras de teatro que tienen el privilegio de pisar las antológicas tablas. Las mismas donde se estrenaron obras de Lope de Vega, un alcalaíno de adopción.
En la Plaza de Cervantes llama la atención un solitario campanario. Es lo que queda de la iglesia de santa María. En este templo se bautizó Cervantes, según consta en la fe de bautismo conservada en los archivos históricos. De él solo se conserva la torre, la planta del templo y la pila bautismal, que se trasladó a la capilla aledaña -hoy sala de exposiciones-.
Otro lugar singular de Alcalá de Henares es su universidad. El Colegio de san Ildefonso es el más antiguo edificio de la Universidad Complutense. En su día fue mandado a construir por el Cardenal Cisneros -quien fuera confesor de Isabel La Católica y regente del reino hasta la toma de posesión del emperador Carlos-. El fraile era un erudito conocedor de la importancia de la formación. Esto le llevó a crear una de las tres primeras universidades de España.
La fachada no es la original que vio Cisneros. La del cardenal era de simple ladrillo, sin embargo, décadas después de su muerte se renovó mostrando el estilo plateresco que hoy ofrece y que está cargado de simbolismo.
En el interior del recinto tres patios distribuyen las estancias y aulas. El primero es el más interesante por lo ingenioso de la construcción. Cada planta tiene una altura ligeramente inferior a la anterior, concluyendo el edificio una frase dicha por el cardenal al rey Fernando El Católico: “Lo que se inicia de ladrillo acabará siendo de piedra”. Un preludio de cómo su universidad austera y de ladrillo se ha convertido en un bello edificio de piedra que es referente en conocimientos.
El último patio, el más austero, llamado de las tres lenguas, da acceso al paraninfo de la universidad, donde cada 22 de abril se entrega el Premio Cervantes a los literatos más destacados de lengua castellana.
Abandono la universidad y tomo la calle Mayor en busca de las casas natales de los dos hijos más populares de Alcalá de Henares. La calle es la más larga del país en su estilo de soportales. Llena de negocios y sujeta por columnas centenarias a las que preceden gárgolas originales.
Más o menos a mitad de la calle se rompe la estética con una casa que nada tiene que ver con el resto. Es la casa natal de Miguel de Cervantes. Si bien, en realidad solo queda de original la ubicación y una pared decorada con frescos a modos de cortinas. No obstante, la visita es gratuita y merece la pena por el grado fiel de reproducción conseguido. En la calle aledaña está la casa natal del que fuera presidente de la República, Manuel Azaña. Y continuando por la calle se llega al Museo Arqueológico de Madrid. Junto a él otra curiosa visita, el Palacio de la Entrevista, originalmente casa arzobispal, cuyo nombre quedó en segundo término por ser el lugar donde por primera vez la reina Isabel, procedente de Segovia, escuchó los proyectos de Cristóbal Colón.
¡Cuanta historia nos depara Alcalá de Henares!
Enlace a la página web oficial del Turismo de Alcalá de Henares.