Una de las ventajas que tenemos los viajeros es que en cada ruta, en cada viaje, tenemos la oportunidad de desmitificar etiquetas y desempolvar falsas leyendas. Es lo que ocurre cuando se conoce Bremen. Una ciudad alemana que dista mucho de lo que cabría esperar de su espíritu germano y cuya ubicación e historia la han convertido en una referencia turística del centro de Alemania, en parte por sus museos y los festivales culturales de música.
¿Por qué viaja a Bremen?
Es la pregunta que me había cuando preparaba las maletas de este viaje. De entrada no tenía ningún interés en volver a Alemania. Si bien es cierto que el país germano me había sorprendido cada vez que lo visitaba. En este caso desconocía mucho de Bremen antes de iniciar el viaje. Sabía que es una ciudad abrazada a dos ríos (a falta de uno). De hecho, se encuentra en la confluencia del río Weser y su afluente, el río Lesum. Esta característica y la proximidad con el mar hacen de la urbe un enclave industrial de primer nivel, pero hay mucho más de lo que se cuenta de Bremen. De hecho, la villa alemana es famosa por un cuento.
El burro, el perro, el gato y el gallo
“Los trotamúsicos”. Cuatro animales de una de las más famosas fábulas de los hermanos Grimm son los vecinos (de ficción) más populares de Bremen. Sus referencias están por doquier en plazas, negocios, calles y actividades culturales. Ocurre como en otras muchas ciudades de una lista interminable en la que los cuentos le han dado un lugar en la historia.
Pero más allá de fábulas, que poco tienen que ver con la auténtica Bremen, a nosotros nos ocupa descubrir este destino de vacaciones que bien puede ser una parada importante en una ruta viajera por Europa.
Descubriendo Bremen
Me parece recorrer las calles de Bruselas cuando llego a la plaza principal de Bremen. La Marktplatz es la confluencia de los poderes que rigen en una ciudad que ostenta la capitalidad de un estado federal. El ayuntamiento es el edificio de mayor fachada de la plaza. La mejor muestra del Renacimiento en la región. A su izquierda las altísimas torres de la Catedral de Bremen -dedicada a san Pedro- superan con holgura a cualquier otro edificio, con sus agujas apuntando al cielo. El conjunto es una plaza soleada en la que se dan cita los grupos de turistas para comenzar la ruta por Bremen, visitando previamente dos de sus más importantes edificios.
El Parlamento, situado a continuación de la catedral, tiene mucho menos interés arquitectónico. Apenas cuenta unas décadas, siendo uno de los ejemplos de la nueva Alemania.
Sí que tiene mucho que ver y que saborear otro de los templos ineludibles en la ruta por Bremen, la pastelería Knigge Konditorei, donde hay que pedir el baumkuchen (pastel de árbol). Sin duda el chocolate de Bremen no tiene nada que envidiar a las bombonerías belgas.
Justo al lado del edificio parlamentario hay que hacer otra de las visitas obligadas si además de viajar se quiere saborear el destino. Es el café Classico. Con su estilo romántico y una de las vistas privilegiadas de la plaza, con los edificios más importantes frente a su terraza. Con la estatua de piedra de casi seis metros de alto de Rolando, un caballero de espectaculares hazañas.
Callejeando por Bremen
Cerca del río hay que entrar a pie por la calle Böttcher. A pesar de estar en pleno centro de Bremen, es bastante reciente. Se construyó en los años 20 con el objeto de ser un centro comercial, como lo sigue siendo. Los bajos están repletos de tiendas, restaurantes y museos en los que pasar horas y horas descubriendo el corazón de Bremen.
Para tomar un aperitivo recomiendo el restaurante Flett, una de las referencias de la revolución alemana y todo un museo de los acontecimientos de la primera mitad del siglo XX. Y para concluir la visita se puede entrar en la Casa de Robinsón Crusoe. Aunque el personaje de ficción nunca estuvo aquí, sino que es un homenaje a su autor, cuyo padre era de Bremen.
Dejando atrás las paredes de ladrillo rojo de esta zona de la ciudad, ponemos los pies en busca de uno de los rincones más bonitos de Bremen. Tenemos que adentrarnos en el barrio de Schnoor.
Sus calles discurren paralelas a la zona portuaria, aunque es un barrio mucho más fantástico que marinero. Nada tiene que ver con la reconstruida zona industrial. Aquí las casas datan de tres o cuatro siglos atrás. Los vecinos y los comercios han sabido darle un aire coqueto, que también reproducen las tiendas y restaurantes, donde se puede cenar en pareja y vivir una noche romántica con posterior paseo por el muelle. Y como guinda del pastel una de las delicias de chocolate de Schröters.
Da igual la época del año en que se visite Bremen. La tienda Weihnachts Träume siempre está abierta con su generoso catálogo de adornos navideños de todos los estilos. Es un mercado navideño abierto todo el año, que se suma a los mercados navideños de Bremen que llenan de gente sus plazas cuando llega diciembre. La verdad es que aconsejo la visita a la tienda aunque no te guste la Navidad. Es sencillamente impresionante. Una oda a la fiesta del invierno.
Ciencia, moda y naturaleza
Al otro lado del gran parque que circunvala a Bremen por su parte oriental, se encuentra el barrio que reúne a los jóvenes universitarios y las tiendas de moda. La cultura rebosa de los edificios que aúnan modernidad y viejas construcciones. Esta zona arbolada es un gran campus en el que recorrer exposiciones, museos y pasear a bordo de los tranvías por la zona más desconocida y viva de Bremen.
Hasta aquí mi pequeña aportación. Tan solo espero que sea suficiente para que visites Bremen cuando hagas un viaje a Alemania. Seguro que te sorprende.