En mar Mediterráneo se baña Siracusa, siendo el vínculo de unión entre Sicilia y la nación que la anheló en los albores de la civilización. Esta coqueta y villa romana se encuentra en el extremo oriental de la isla de Sicilia, y es uno de mis lugares preferidos de la isla italiana. Por sus calles se levanta la sombra de varias civilizaciones y culturas, desde los griegos y cartagineses hasta los romanos. Pasear por la península de Ortigia es un verdadero regalo para los sentidos. Más si cabe cuando el viajero sabe que pisa las mismas calles que recorrió Arquímedes celebrando algunos de sus descubrimientos al grito de “¡eureka!”.
Como en la mayoría de las villas mediterráneas, en Siracusa podemos diferenciar bien la parte moderna del legado de la historia. Si bien, esta urbe llegó a ser tan grande como lo es hoy en tiempos del imperio romano. Buena muestra de que es así es el teatro romano.
Hace unas décadas, la iniciativa cultural permitió rescatar y restaurar el grandioso monumento, devolviéndole la vida a sus bambalinas. Como hiciera el teatro romano de Mérida, el de Siracusa ha vuelto a ser escenario de las comedias y dramas clásicos 2400 años después de su construcción. Su situación en lo que parece un cantero poco hace sospechar que realmente se encuentra sobre una gran cueva, otro de los atractivos de la villa siciliana. Aunque lo más interesante de Siracusa aún no nos ha sido desvelado.
La iglesia de la Virgen de la Lágrima poco tiene que ver con la historia romana y griega de este enclave. El edificio, más allá de su sorprendente figura, alberga a una imagen de María que se dice llora sangre.
La isla de Ortigia, corazón de Siracusa
Siracusa ha cambiado de manos varias veces en los albores de su historia. Romanos y griego se disputaron su emplazamiento natural, gobernando una ensenada, durante varios siglos. Hoy podemos disfrutar de la combinación de esas civilizaciones y sus huellas en la isla.
El puente de santa Lucía se antoja un buen lugar para ver el atardecer. Los edificios de fachada rojiza toman una bella tonalidad cuando el sol cae sobre Sicilia dando lugar a que la ciudad se vista el traje de luces. Este puente es el vínculo entre la isla de Ortigia y la villa de Siracusa, que también la comprende. Lo que hoy es la oficina de correos fue en otro tiempo un palacio. Por suerte el enclave conserva su atractivo, con las columnas octogonales de sus palacios y la característica arquitectura romana. Al tiempo que el olor a pizza recién hecha invita a hacer un alto en el camino.
Tras el descanso, el tiempo apremia a recorrer las calles más embaucadoras de Siracusa. Lo primero que se aprecia son las ruinas de un antiguo templo dedicado a Apolo. Siracusa es, con motivo, un destino turístico de primer orden en la isla siciliana. Lo que justifica que la plaza esté abarrotada de turistas cámaras en ristre y de dependientes italianos procurando vender algún recuerda de la bella villa.
Es aconsejable continuar el itinerario en busca de la fuente de Artemide. Si bien se puede optar preferiblemente por callejear a la sombra de los edificios palaciegos de la isla, que en alguna forma desembocan finalmente en la plaza. La fuente es una joya en sí, dedicada a las deidades marinas. Curiosamente es una de las plazas más españolas de Siracusa. La arquitectura catalana se hace notar y da testimonio de los tiempos en que Sicilia pertenecía al reino de Aragón.
Imprescindible de Siracusa es la plaza del Duomo, donde se encuentra la catedral. Como dato interesante cabe decir que el edificio es anterior a la propia Iglesia. Data del siglo V a.C. Desde entonces ha tenido varias funciones, si bien es la catedral la que más atractivo le aporta, al permitir observar en su fachada, exteriores y amplio interior los diversos estilos que han contribuido a su levantamiento.
El ayuntamiento y una coqueta iglesia situada en el extremo de la plaza completan el conjunto, al que acuden los turistas y viajeros que llegan a Siracusa, atraídos por la belleza de esta villa oriental de Sicilia.
La ruta imprescindible en Siracusa nos lleva hasta el castillo, que no fue construido como una mera fortaleza, sino como un edificio civil que sirviera también a comerciantes y para actos del pueblo. El interior del castillo recuerda a la catedral de Córdoba, con sus arcos bicolores sosteniendo el techo de una sala amplia. Y el exterior ofrece impresionantes vistas. Un balcón que se asoma al mar y brinda la ocasión de contemplar la bahía de Siracusa.
Quién pudiera quedarse para siempre en una de las villas más bonitas de Sicilia.